No hay lugar para los dos: Nosotros o las Ballenas!

Con la temporada de avistaje de ballenas en su esplendor (al menos en Argentina), y recordando el asombro que genera que uno de esos monstruos marinos se nos acerque inofensivamente, me vi motivado a escribir sobre la desigual relación de competencia que nosotros y las ballenas venimos cultivando hace mucho tiempo.

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano y las ballenas se han debatido a duelo en los océanos del mundo. El primer registro de esta interacción antagonista se remonta al periodo Neolítico (6000 a.C.), en ciertos gravados sobre roca encontrados en Corea del Sur. Por ese entonces los coreanos sólo cazaban para subsistir.

Bangudae petroglyphs

Primeros registros humanos de la caza de ballenas: gravados sobre roca en Bangudae, Corea del sur. Tomado de www.world-archaeology.com

La caza de ballenas con fines lucrativos comenzó 7000 años más tarde, en el siglo XI al noreste del océano Atlántico, más precisamente en la bahía de Biscaya. La rentabilidad de estos monstruos marinos llegó al climax durante la Revolución Industrial europea; el aceite extraído de los animales era utilizado para iluminar las calles de las grandes ciudades y lubricar las máquinas. En resumen, no sólo el ser humano estaba pasando por un cambio radical en occidente, también las indefensas ballenas.

A principios del siglo XIX, embarcarse en un ballenero con el solo objetivo de ganarse unos peniques era algo que seducía a cualquier joven con espíritu aventurero en Europa y Estados Unidos. Así le sucedió a un simple marinero de Nueva York llamado Herman Melville. Su vocación por la narración de aventuras personales y la motivación por escribir sobre algo tan cotidiano del que todo el mundo se interesaría lo llevó a dedicarle dos años de su vida a Moby Dick or The Whale. En la novela todo gira en torno a la feroz lucha que se desata entre los marineros de un ballenero y el cachalote albino Moby Dick que se defiende con una agresividad sobrehumana de los ataques con arpones. Creo que es ésta la mejor representación de dos especies animales, la ballena y el hombre, compitiendo por el mismo recurso.

La competencia que en la novela de Melville parecía ser tan pareja dejó de serlo a finales del 1800. El invento que terminó por debastar a las poblaciones de ballenas fue el arpón a explosión, ideado por el noruego Svend Føyn. A partir de ese momento el decaimiento de las poblaciones de ballenas fue sin escalas.

Estuvimos (¿y estamos?) tan orgullosos de poder dominar a las bestias del mar que en Tønsberg, Noruega, se erige una estatua en memoria al creador del arma que terminó por sellar el destino de estos animales. En 1925, con la llegada del primer buque factoría a la Antártida y los ya existentes buques a vapor con arpones a explosión no había ballena que pudiera escapar, por más veloz que fuera (ballena fin alcanza 65 km/h). Otra fue la historia de las especies “lentas”: ballenas franca austral (Eubalaena australis) y jorobada (Megaptera novaeangliae), cuyas poblaciones fueron agotadas mucho antes.

Entre 1904 y 2000 se cazaron 2.9 millones de ballenas en todo el mundo, pero más de 2 millones se extrajeron del hemisferio sur. Esta caza indiscriminada llevó a que ciertas poblaciones de ballenas se reduzcan en un 99%! Imaginemos al gran tiburón blanco, por citar una especie voraz y depredadora como Homo sapiens, asesinando a 7 mil millones de humanos en unas pocas décadas…

Whaling SXX

Cantidad de ballenas cazadas por especie en el hemisferio sur durante el siglo XX. Tomado de Clapham 2016.

No se preocupen demasiado porque todo lo que sube, baja. La caza comercial de ballenas dejó de ser lucrativa como consecuencia del egoísmo humano. Nada mejor que la teoría de la tragedia de los comunes para entender lo que pasó con la industria ballenera. Barry Schwartz, psicólogo norteamericano, se pregunta: ¿Cómo escapar del dilema en el que muchos individuos actuando racionalmente en su propio interés, pueden en última instancia destruir un recurso compartido y limitado (ballenas), incluso cuando es evidente que esto no beneficia a nadie a largo plazo?

La tragedia de los comunes ayudó al ser humano a recapacitar sobre la actividad ballenera, y a finales de 1970 países como Australia y Estados Unidos pasaron de ser pro-balleneros a pro-conservación. Esto generó que la Comisión Ballenera Internacional (CBI) aprobara una moratoria sobre la caza comercial de ballenas, implementada en 1986. Sin embargo, se “olvidaron” de revisar detenidamente el artículo VIII de la Convención Internacional para la Regulación de la Caza de Ballenas que habilita la caza con fines científicos. Ese artículo ha sido muy útil para Japón, único país que actualmente caza ballenas en el hemisferio sur bajo el argumento científico. Afortunadamente, luego de la prohibición de la caza comercial las poblaciones de estos monstruos marinos empezaron a incrementarse y actualmente muestran signos de recuperación. A pesar de esto, los expertos afirman que nunca llegaremos a ver la cantidad de ballenas que nuestros antepasados los balleneros avistaron en sus primeros viajes al sur.

La buena noticia de esta historia es que el hombre llevó a las poblaciones de ballenas a números extinguibles, pero no las extinguió totamente. Un competidor inteligente evita que su contrincante se extinga rápidamente, si éste le es útil de alguna manera.

No obstante, cuando el contrincante se está recuperando, su competidor lo hace caer nuevamente: con la caza de ballenas (casi) en el olvido y las poblaciones recuperándose, las amenazas para estos animales son otros, acordes a la época. En la actualidad, algunas de las más importantes amenazas para las ballenas son: enredo en redes de pesca, colisión con barcos, alteración de comunicación por ruidos y contaminación marina.

El cambio climático, acrecentado por actividades humanasa partir de la Revolución Industrial, es el principal problema que las ballenas estarían enfrentando en este siglo XXI. Y digo estarían porque luego de organizar tres workshops sobre el cambio climático y los cetáceos (ballenas y delfines), la CBI no ha podido dar una firme conclusión del tema. Existen tantos factores que influyen en la dinámica poblacional de estas especies, tamaño poblacional, tasa de crecimiento, hábitat, especificidad de la dieta, entre otros, que es muy complicado hablar de efectos y vulnerabilidad de manera genérica.

Los de la CBI todavía no tienen las herramientas/argumentos necesarios para afirmar que los cetáceos están siendo directamente impactados de manera negativa por el cambio climático. Sin embargo, el más notable y estudiado efecto del calentamiento global en los océanos del hemisferio sur tiene que ver con el krill; animal microscópico que se relaciona directamente con las ballenas. Justamente es el krill antártico, sobre todo, la razón por la que las ballenas migran cientos de kilómetros a la Antártida al comienzo de cada verano austral. Estas ballenas migratorias se alimentan casi exclusivamente de krill en aguas antárticas. Mientras no están en la Antártida las ballenas se alimentan muy poco, por lo que el krill es crucial como fuente de energía para su supervivencia.

A pesar de la cantidad de investigaciones realizadas los científicos todavía no se ponen de acuerdo si el calentamiento global está produciendo un efecto negativo o positivo en la población de krill antártico. A eso hay que agregarle el factor de pesca sostenible, que en el año 2014 extrajo 294000 toneladas de krill.

Los últimos reportes indican que las poblaciones de la mayoría de las especies de ballenas se están recuperando de la actividad de caza, pero se desconocen los efectos que el cambio climático está produciendo actualmente en dichas poblaciones. Afectadas o no por el cambio en el régimen climático, en la historia de la humanidad, las ballenas han resultado ser nuestras fieles competidoras y su explotación o la de su ambiente han sido imprescindibles para el progreso de otra especie, Homo sapiens, en el Planeta Tierra.

“Probablemente no haya otras poblaciones de animales que hallan puesto tan en evidencia el mal uso que el ser humano ha hecho del ambiente planetario como las grandes especies de ballenas”, así comienza Manejando a Leviatán de PJ Clapham1. Así me gustaría terminar a mi…

 

Clapham, P.J. 2016. Managing leviathan: Conservation challenges for the great whales in a post-whaling world. Oceanography 29(3).